Mi marido y yo hemos viajado varias veces a Lourdes y cada viaje se convierte en una necesidad imperiosa de volver; uno vuelve renovado y fortalecido en la vivencia de la Fe; es como ir a la casa paterna tras una larga ausencia, se renueva la intimidad de los afectos, la sensación de protección y de confianza, en este caso con Jesús y María.
La esperanza de los enfermos y la ayuda incondicional, sin distinción de nacionalidad, raza o clase social incrementa aún más si cabe ese sentimiento de acogida y hermandad.
Hoy en día que se habla tanto del mindfulness, donde el ser humano vive en la búsqueda del bienestar emocional y espiritual, Lourdes nos ofrece un sitio “mágico”
para los católicos y para cualquier persona de buen corazón que quiera encontrar el Amor De Dios.
Mi marido y yo hemos viajado varias veces a Lourdes y cada viaje se convierte en una necesidad imperiosa de volver; uno vuelve renovado y fortalecido en la vivencia de la Fe; es como ir a la casa paterna tras una larga ausencia, se renueva la intimidad de los afectos, la sensación de protección y de confianza, en este caso con Jesús y María.
La esperanza de los enfermos y la ayuda incondicional, sin distinción de nacionalidad, raza o clase social incrementa aún más si cabe ese sentimiento de acogida y hermandad.
Hoy en día que se habla tanto del mindfulness, donde el ser humano vive en la búsqueda del bienestar emocional y espiritual, Lourdes nos ofrece un sitio “mágico”
para los católicos y para cualquier persona de buen corazón que quiera encontrar el Amor De Dios.